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Libano
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MARTIRIO Y SANTIDAD SEGÚN PAVEL FLORENSKY _39 «Para testimoniar es necesario poseer en si mismo la verdad testificada, y no sólo pensar en ella como en un producto de nuestra propia actividad, es …Más
MARTIRIO Y SANTIDAD SEGÚN PAVEL FLORENSKY _39

«Para testimoniar es necesario poseer en si mismo la verdad testificada, y no sólo pensar en ella como en un producto de nuestra propia actividad, es necesario llevarla en las entrañas, portarla en sí como algo dado para la conciencia, como algo espiritualmente coercitivo, e incluso gravoso, como algo que exige ser testimoniado. La verdad objetiva constriñe a la memoria a recordarla, e impele poderosamente a aquél que la conoce a dar testimonio de ella. En este sentido, es aquél que está poseído por la verdad, el portador de una verdad que le ha sido entregada y confiada, y llega al acto heroico del testimonio, no por la ebullición de la sangre o por exceso de fuerzas, no vanagloriándose, no por osadía, no en un estado de efervescencia, no dejándose llevar por una u otra pasión, con lo que puede buscar, en parte, también una ventaja, sino sobria y sensatamente en la mayor medida, y por necesidad».
El testimonio martirial es la unión de la sangre y de la palabra, una sangre que es ya palabra, que habla de la verdad. El testimonio-martirio, con su duo-unidad antinómica, puede darse sólo en el cristianismo. ¿Por qué? Ciertamente, «el sufrimiento por una idea e incluso la muerte por ella son posibles en todos los lugares (...) Pero el hecho del sufrimiento y de la muerte fueron siempre, fuera del cristianismo, con relación a las convicciones, porque no sólo no se originaban por necesidad de su contenido, sino que, por el contrario, inevitablemente lo contradecían». Y la razón es que todo lo que no es cristiano se refiere a este mundo, mientras que «sólo en el cristianismo ha sido inaugurado el nuevo reino del espíritu»32. El martirio cristiano, como sufrimiento, es la consecuencia del mismo contenido del testimonio: la realidad del otro mundo. Es la expresión y la demostración de la fe en la realidad del mundo de los valores espirituales:
«Si no obro por falta de reflexión, es decir, si el martirio y la muerte no me advienen desde fuera, sin que yo comprenda qué es lo que me amenaza, entonces, consiguientemente, aceptando voluntariamente la muerte, demuestro con esto mismo que el mundo de los valores espirituales es realidad, y no una representación abstracta, que yo, aunque fuese de un modo confuso, contra mi propia voluntad, conozco el otro mundo, e incluso afirmó su primacía ontológica respecto al mundo de aquí».